Es cierto que existe la influencia; que si yo leo mucho a un autor, y ese autor me agrada, lo más probable es que mis escritos tengan un toque muy Carlos Cuauhtémoc Sánchez, o muy Sábato, o muy Borges, etc. Por lo general, una persona que acostumbra escribir, a leído más que el común de las personas, por lo que es imposible que a la hora de escribir no haya algo de influencia externa: porque hemos leído, es que sabemos escribir.
El secreto está en romper eso, en romper con la copia de estilos, con la falta de autenticidad, con la escritura que viene de lo leído, y no de lo vivido. ¿Y cómo se hace eso? Yo siempre he creído que la mejor forma de hacer que una persona quiera aprender algo que le puede resultar tedioso, es haciéndole ver los beneficios prácticos y cotidianos que le traerá el aprender eso. La comunicación la usamos más seguido que las matemáticas. A mi me gustan las matemáticas, pero lo innegable es que si en un colegio cualquiera se imparten excelentes clases de Física, Matemática, Química, Biología, Historia, Filosofía, etc, pero no se le está poniendo real énfasis a que los alumnos aprendan a comunicarse correctamente, a hablar bien, a escribir como se debe y a escuchar al otro, todo lo demás cae en saco roto.
Todos nos comunicamos, pero cada vez lo hacemos peor. Eso va en desmedro de las relaciones humanas, de la claridad para entendernos y de toda nuestra sociedad; abre paso a la violencia como método para solucionar los conflictos y al ocaso del diálogo respetuoso. Es prioridad la comunicación, antes que cualquier ciencia y cualquier tecnología.
No me malentiendan. Reconózco la importancia crucial que tienes las otras áreas del conocimiento; pero creo que inculcar la buena comunicación debe ser prioridad. Si esta está bien arraigada en nuestros corazones y en nuestro modo de actuar, el hombre podrá, durante toda su vida, comprender más fácilmente las interrogantes que la vida le irá dando.