21.10.08

Un Mèlange (II)

Esta es la continuación de "Un Mèlange", la entrada que comencé a escribir sin esperanza y que terminé de escribir asqueado. Por supuesto, jamás me imaginé que esa cosa rara que escribí iba a tener una secuela... pero aquí está.

No me gusta volver a leer lo que he escrito hace poco, porque típico que uno lo encuentra muy malo y se arrepiente de haber escrito semejante cosa; solamente los releo una vez terminados para corregirles la ortografía. Pero con "Un Mèlange" me pasó algo distinto: como cuando lo terminé de escribir tenía una percepción tan negativa de ese insípido texto, que cuando lo leí de nuevo, me pareció más o menos decente. Y no es que esté teniendo un lapso de humildad extrema, de verdad las cosas que escribo son muy malas; y por eso precisamente es que escribo: para tener más posibilidades de que algún día, alguien que de verdad sepa valorar un buen escrito, diga: "De verdad, en este libro, Rodríguez supo captar y transmitir la esencia de lo que habló".

Otra cosa que he observado en esto de la escritura es la importancia del estilo propio. He conocido distintos personajes de mi edad que no son más que repliquitas de Cortázar o Tolkien. No escriben desde ellos mismos, sino que tan sólo están reemplazando la historia original de un libro que les gustó, por una mucho más simple, básica y pobre. Como los que escriben con Harry Potter como base...

Es cierto que existe la influencia; que si yo leo mucho a un autor, y ese autor me agrada, lo más probable es que mis escritos tengan un toque muy Carlos Cuauhtémoc Sánchez, o muy Sábato, o muy Borges, etc. Por lo general, una persona que acostumbra escribir, a leído más que el común de las personas, por lo que es imposible que a la hora de escribir no haya algo de influencia externa: porque hemos leído, es que sabemos escribir.

El secreto está en romper eso, en romper con la copia de estilos, con la falta de autenticidad, con la escritura que viene de lo leído, y no de lo vivido. ¿Y cómo se hace eso? Yo siempre he creído que la mejor forma de hacer que una persona quiera aprender algo que le puede resultar tedioso, es haciéndole ver los beneficios prácticos y cotidianos que le traerá el aprender eso. La comunicación la usamos más seguido que las matemáticas. A mi me gustan las matemáticas, pero lo innegable es que si en un colegio cualquiera se imparten excelentes clases de Física, Matemática, Química, Biología, Historia, Filosofía, etc, pero no se le está poniendo real énfasis a que los alumnos aprendan a comunicarse correctamente, a hablar bien, a escribir como se debe y a escuchar al otro, todo lo demás cae en saco roto.

Todos nos comunicamos, pero cada vez lo hacemos peor. Eso va en desmedro de las relaciones humanas, de la claridad para entendernos y de toda nuestra sociedad; abre paso a la violencia como método para solucionar los conflictos y al ocaso del diálogo respetuoso. Es prioridad la comunicación, antes que cualquier ciencia y cualquier tecnología.

No me malentiendan. Reconózco la importancia crucial que tienes las otras áreas del conocimiento; pero creo que inculcar la buena comunicación debe ser prioridad. Si esta está bien arraigada en nuestros corazones y en nuestro modo de actuar, el hombre podrá, durante toda su vida, comprender más fácilmente las interrogantes que la vida le irá dando.

David Rodríguez

15.10.08

Un Mèlange (I)

Si tengo algo que agradecerle al sistema educacional de mi país, que me ha tenido prisionero los últimos nueve años de mi vida, es que me ha dado un tema del cual escribir.

Me he ido dado cuenta, a través de los años, que cada escritor, es "el escritor de algo". Por ejemplo, Michel de Montaigne es considerado el padre del ensayo; Freud, Marx y Nietzsche, son llamados los fundadores del discurso; y Jean Marie Gustave Le Clèzio, ganador del Nobel de Literaura este año, fue descrito por la Academia como "El escritor de la ruptura, de la aventura poética y de la sensualidad extasiada, investigador de una humanidad fuera y debajo de la civilización reinante".

Muchas veces empezé a escribir, en algún cuaderno que destinaba para mis textos varios, pensando que era el "escritor de algo", inventándome un personaje. Me gustaba la idea de escribir enayos. Me sonaba interesante la simple acción de escribir mi punto de vista sobre un asunto determinado.

Después de varios intentos fallidos, empezé a preguntárme el para qué escribía. Era una pregunta mucho más real y cercana que un "¿Para qué vivo?" Escribo a pesar de que me cansa, a pesar de que me retan por hacerlo en clase, a pesar de que prefiero jugar fútbol antes que sentarme a leer. Comenzé a ver que muchos escribían, algunos adolescentes que acostumbraban tener sus cuadernos, hacer sus poemas y tener sus blogs donde publicaban sus trabajos.

Nunca me ha gustado eso. Yo no disfruto mucho de escribir, pero es una de las cosas que más hago. Muchas veces, cuando escribo a la salida del colegio mientras espero a mis amigos, suele llegar alguien que me pregunta "¿Te gusta escribir?"... Ni siquiera me acuerdo de lo que respondo; pero me cansa esa pregunta, "No, estoy haciendo una cosa", me parece que digo: la mejor forma de evadir lo que sea.

La mayor parte de las personas, en nuestra sociedad chilena, saben escribir; si tantos sabemos escribir, entonces, ¿Qué diferencia a una simple persona de alguien llamado escritor? Si la diferencia esta en la cantidad, ¿Cuál es el número de mínimo de letras escritas que debo tener para ser considerado un escritor? Y si la diferencia es la calidad, ¿Quién juzga eso? Y si la diferencia es el nivel de conocimiento público o de interés colectivo por la obra, entonces, ¿Un autor que nunca publicó sus escritos, no es escritor por eso?

No lo sé. Tendría que escribirlo todo ordenado para entenderlo. Lo que sí sé, es el porque escribo: escribo porque lo necesito; escribo porque si no lo hiciera se me olvidaría lo que voy razonando.

El otro día estaba escribiendo en la cancha del colegio. Me paseaba de un lado a otro del patio intentando ordenar mis ideas: estaba escribiendo un ensayo sobre la redacción. "¿Qué son la escritura y la redacción?" se llama. Mientras lo escribía, vi a la Profe Karina. Me pregunté si ella, que ahora es profesora de lenguaje, alguna vez se habría hecho las mismas preguntas que yo.

Algunos escalan por la vía bohemia, el teatro y la literatura; otros por la vía filosófica, las preguntas y la búsqueda de las respuestas. Bohemios y Filosóficos: admiro a los profesores que van por los dos lados.

Aaaaah!!! ¿Qúe estoy haciendo? Esta cosa es demasiado larga. No la voy a cortar porque invertí mucho tiempo en esto. Nunca logré hilar bien las ideas. Bueno, lo siento.

Esto lo debí haber escrito en mi cuaderno, no aquí.

Ya está hecho.....Carpe Diem....

Adiós.

David Rodríguez