24.5.08

No tienes idea con quien te metiste...

Venía hacia mi casa como cualquier viernes después del ensayo de la iglesia. Me subí a la micro e iba parado cuando el tipo de al lado me empezó a conversar. Tendría uno diecisiete años, alto, delgado, el pelo color óxido, y manos bastante grandes que no armonizaban con el resto de su cuerpo. Vestía un bluejeans bastante desteñido, un chaleco anaranjado con rayas rojas dispuestas horizontalmente y unas zapatillas comúnes y corrientes.

En cuanto empezó ha hablar dejó en clara evidencia que había estado usando marihuana; se notaba también que sus efectos ya estaban pasando y eso le producía bastante malestar. Me hizo preguntas sobre donde vivia, hacia donde iba, que cosas hacia, hasta me preguntó mi fecha de cumpleaños; preguntas que yo, porsupuesto, evadí contestándole incoherencias que para su estado daban lo mismo. Pequé de ingenuo al pensar que era solo un vola'o cualquiera.

Ibamos por José Arrieta cuando me preguntó donde me bajaba. "En Los Molineros", le dije. Él me había dicho que se bajaba en Ictinos, dos paraderos más allá; así que iba a hacer todo lo posible por alejarme de el. Caminé hacia la puerta, y cuando vi que me siguió, me di cuenta de lo que tramaba. Cruzó la calle conmigo y me siguió hablando. Pensé en correr rápido hasta mi casa, pero temía que me siguiera y viera donde vivo. Caminé en dirección contraria a la de mi casa, sabiendo lo que me esperaba. Me dijo "Tengo ganas de pegarle alguien, ¿Que pasa si te pego a vo'?"; "Pero como me vay a pegar" le respondí "Si somos amigos, ¿o no?"; "Es que yo tengo la media cuchilla aquí en la guata, y te quiero quitar las cosas" me dijo "¡Pásame el celular!"...

Alguien podrá pensar que fui tonto, pero me lo saqué del bolsillo y se lo entregué. Lo que más me dolió fueron las grabaciones y los contactos que tenía ahí guardados.

"¿Qué más tení'?" me preguntó "A ver, pásame la billetera". Dudé por algunos instantes; mi billetera tiene cosas de un valor sentimental tremendo, aparte de mi carnét, el certificado que uso mientras no saco el pase, la constancia de Carabineros de que se me perdió el pase, una uñeta y un juego de Marienbad... la verdad es que a billetera tenía solo cien pesos. Así que me armé de valor, saqué la billetera de mi bolsillo y la tiré a la casa que estaba al frente; el tipo me miro sorprendido, probablemente no muchos de los que asalta se atreven a tirar las cosas, sabiendo que el tiene un cuchillo y que además ya les quitó algo. Me dijo que me fuera, y yo partí corriendo lo más rápido que pude hasta mi casa.

Cuando a uno lo asaltan, más allá del hecho de que te hayan quitado mucho o poco, es la impotencia la que lo carcome a uno. Es como un dolor en el estómago, mezclado con rabia, ganas de llorar y mil cosas que se te pasan por la cabeza. "¿Y si hubiera corrido antes?" ¿Y si hubiera esperado la siguiente micro?" ¿Y si hubiera tirado también el celular junto con la billetera?". Porque esa billetera la voy a recuperar mañana cuando la vaya a pedir. El tipo salió corriendo también en dirección contraria cuando me dijo que me fuera.

La verdad es que podría estar mucho peor ahora, después de todo esto me pasó hace solo dos horas. Pero pienso que el no tiene idea con quien se metió. Porque yo no estoy solo; tengo un Dios que me cuida y que es siempre justo. Él me protegió de que me pasara cualquier cosa a mí, después de todo, es solo un celular, y mi billetera se salvó.

Estoy tranquilo, Él hará justicia por mí. Cuando llegué a mi casa me encerré en el baño y simplemente adoré; adoré hasta más no poder. Y tengo la certeza, estoy completamente seguro, de que esto, así como todo, no es más que un incomprensible fragmento del maravilloso y complejo plan que mi Dios tiene para mí.

Mi Dios es tan fuerte, grande, tierno y poderoso,
Y no hay nada que Él no pueda hacer!!!!!!!

David Rodríguez

12.5.08

¿Cómo limón en la herida?

Comentarios ácidos... comentarios que se me vienen a la mente sin quererlo yo. Pequeñas e hirientes frases, que calan muy profundo, y que tienen poder para destruir hasta la persona más segura. Son como pequeñas cuchillas, y se me ocurren cada vez que converso o me molesto con alguien. Y son tan precisas y crueles, que parecen haber sido muy bien pensadas por alguien lleno de veneno en el corazón.

El verdadero problema, es que por lo general, no me aguanto el no decirlas, y eso trae consecuencias de las que después termino muy arrepentido... pero la palabra dicha, ya no se puede recoger. Se me ocurren siempre contra las personas que más quiero; y como se bastante sobre esas personas, tengo material suficiene como para, inconscientemente, componer las frases más desgraciadas y perversas, que jamás diría si me lograra contener y detenerme un momento a pensarlas y darme cuenta de lo que verdaderamente estoy diciendo.

Antes, me enorgullecía de poder confeccionar frases tan ingeniosas. Hasta consideraba que eran "como limón en la herida", pero más que confrontar y desinfectar, lo que hacía era maldecir y humillar. Luego de una larga conversación que tuve con el director de mi colegio, al que me gusta ver como mi amigo (no lo digo por patero, de todos modos, probablemente el nunca lea esto), comprendí que las cosas que uno hace, trascienden el simple hecho de hacerlas; me di cuenta que esas cosas que nacían en mí, eran simplemente el fruto de heridas, temores y odios que había en mi corazón.

Así que comenzó una tiempo de sanarme. Y el único que puede sanar completamente; y quebrantar lo más escondido de nuestro ser; y llegar a la esencialidad de las cosas; y no solo adornar lo externo, es Jesús.

Bueno... el camino suele ser largo y difícil. Pero el final es lo mejor. El proceso de sanidad que Dios opera en nosotros es un servicio con todo incluido. Y es maravilloso, nada te renueva tanto. Y simplemente porque Él te conoce tanto, y sabe cada cosa que has pasado y todo lo que has sentido en cada momento y en cada situación.

Y el proceso continúa. Me siguen surgiendo estas frases ácidas, pero ya no las digo. Porque sé que el dolor que causan puede llegar a ser incluso, el empujón que necesita una persona para acabar con su vida.

Y así Jesús me va sanando, con este limón en la herida, que quema... pero purifica.

David Rodríguez