Y ahí está la autoridad.
Mala onda, incomprensiva, irracional, insoportable, inconsecuente, y sin liderazgo verdadero (aparte del que su posición les otorga)... pero autoridad al fin y al cabo.
Me acuerdo que en mis tiempos de idealista, comenzé a escribir los primeros apuntes de lo que se convertiría en uno de mis pocos ensayos que logré concluir. Se llamaba "La Autoridad sin Autoridad". Actualmente no estoy de acuerdo con todo lo que alguna vez creí a pie juntillas; pero siempre hay algo de rescatable en las cosas.
Uno de los puntos que más recalcaba era el que autoridad es algo que es entregado a alguien para que la ejerza de forma responsable, consecuente, constante y realista. Y que los gobernados , por el bien del estado, tienen completo derecho a abolir a esa autoridad en caso de que esta no cumpla con sus obligaciones.
También insistía en que a pesar de las autoridades asignadas, los gobernados tienen el derecho de buscar sus propios líderes que los representen. Creando así un cuadro de autoridades asignadas y un pueblo obedeciéndole (mientras las órdenes no vayan en perjuicio del estado); pero con un líder (algo así como un caudillo) que aboga y lucha por los interéses de la mayoría, y aún a costa de su integridad y libertad. Todo esto con el fin de proteger a la mayoría, y con solo una persona, que resulta como chivo expiatorio.
Lo cierto es que este modelo es bastante quimeral, pero fue mi ideal desde 4° a 7° Básico.
Seguí pensando así hasta que el año pasado me enfrenté cara a cara con un trozo de la Biblia (Romanos 13:1-5) que me dejó helado y me dio vuelta toda mi forma de ver las cosas. Fue para mí toda una lucha interna el aceptar que la autoridad, al estar puesta por Dios, era digna de mi respeto y obediencia. Estaba demasiado acostumbrado a ser visto como uno de los pocos que se resistían, y no solo resisir, sino también conseguir cosas y lograr cambios importantes en las reglas abusivas.
Y aún me es una lucha, una lucha diaria y de la que no siempre salgo airoso. Callar, someterse y morderse la lengua, cuesta mucho... muchísimo. Sobretodo cuando uno está conectado a un barril de polvora que al mínimo chispazo, explota.
Pero bueno, yo sé que no puedo solo. Hasta ahora no he podido solo. Así que tengo más que claro que la única forma de aplacar mi corazón, pero sin apagar el fuego salvaje de mi corazón, es buscando a Dios... así es.
Pues más allá de todos los ensayos, procesos doctrinales, canones y códigos que pude haber escrito; Dios es el único que tiene la verdad.
Por muy difícil que sea... tengo un Dios de Restauración.
7.4.08
¿Autoridad sin Autoridad?
David Rodríguez
Texto fabricado por McVanRod a las 23:29
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2 comentarios:
Hay venes k no entiendo las kosas ke dice Dios... Komo haber puesto gente ke aparentemente no ha hecho nada bueno? Son misterios ke alomejor, nunka sabremos... Pero konfio ;)
Chekea esto "Los Poderosos - Francisca valenzuela" ...
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